El nombre del lúcido, y empecinado,
anarquista capuano expresa la tentativa de continuar la antigua resistencia
frente a los poderes de quienes, con sólo las armas y herramientas de un
pensamiento libre —no sujeto a ningún Dios ni Amo— enarbolan todavía su labor
como obranegra de las utopías, trabajo
de excavación y proliferación subterránea de inacabables revueltas y
laberintos. Malatesta como acción y carácter que no podría dejar de vincularse,
a través de su nombre, con proyectos proletarios como el Ensayo sobre un
proletariado sin cabeza de José Revueltas, o proyectos gnósticos y
materialistas como Acéphale, de Georges Bataille y Pierre Klossowski. Más allá
de ese otro Malatesta, poeta-mecenas de Ezra Pound, “canonizado en el
infierno”, nuestro emblema es el hombre sin cabeza, o con Malacabeza.
Malatesta: menos un proyecto que un
trayecto surgido de la anomalía, del no-querer resignarse a respetar, cultivar
y fijar introspectivamente (como una forma de interiorizar el orden o las
órdenes de los modelos de escritura e investigación emanados de la razón
capitalista) las barreras levantadas por una voluntad de uniformidad y una
creencia fiel y entusiasta en el espíritu de competencia y auto-inversión, de
evaluación, vigilancia y control generalizados. Un trayecto, y un espacio de
libertad, donde puedan “soltarse las amarras”, sin límites prestablecidos, sin
coacciones de forma o contenido que reducen la escritura y la investigación
como lo hacían las reducciones de indios durante la conquista y la
colonización, sin compulsiones absurdas instigadas por hábitos y formalismos
académicos —trayecto, lo que es decir espacio en acto de emancipación
tentativa, no absoluta, utópica; búsqueda investigativa de fondo, poética y del
pensamiento, abocada a derivar en aguas superficiales; proceso permanente o
interrumpido, errante, de ideas fijas o en flujo perpetuo: work in progress, en
obranegra.
Nuestro número inicial está marcado por
esas intenciones, con la participación de dos miembros de nuestro colectivo y
un amigo de la Estación Alógena, radicada en Buenos Aires. José Manuel Mateo,
investigador, ensayista, poeta y editor de Malatesta, ofrece el trabajo:
“Espectro social de una escritura: entre Las flores del mal y Los errores”, en
el que continúa su rigurosa, renovadora y polémica relectura de la obra revueltiana,
iniciada en el libro En el umbral de Antígona. Notas sobre la poética y la
narrativa de José Revueltas y los cuatro volúmenes de Tiempo de Revueltas.
Alquimista, ensayista y poeta, denaKmar naKhabra envía un atractivo trabajo,
imantador, asociado al transbarroco americano y a la fulgurante conexión
Artaud-Lezama Lima: “El desconocido ondulante”. Isaac Magaña Gcantón, por fin,
crítico y ensayista, especialista en narrativa contemporánea, propone unas
“Notas sueltas en torno a Mi libro enterrado, de Mauro Libertella”. A lo que
hay que añadir las imágenes que acompañarán cada número, bajo la curaduría de
Martín Molina Gola, y en este caso derivadas de la experiencia libertaria del
“poeta y etólogo” Fernand Deligny, el autor de Lo arácnido.
Tres textos que esbozan algunas de las
“líneas de errancia” afines a Malatesta: la acción poética, las escrituras
contemporáneas (Artaud, Baudelaire, Benjamin, Deligny, Lezama, Libertella,
Perlongher, Revueltas), la experimentación ensayística y de investigación, la
intervención política espectral como aventura del pensamiento. Errancia y
error. Riesgo de fracaso y rebelión, pues, como dice Jorge Cuesta en sus
“Apuntes sobre André Breton”, aludiendo al sueño y a la muerte:
En cada tropiezo hay voluntad de
tropezar.
Bienaventurados los que fracasan porque su fracaso
es el triunfo de
la voluntad que se rebela.